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miércoles, 19 de agosto de 2015

Ambientación salvaje: Los Abantú

Esta es otra entrada con una de las razas jugables. En las partidas había, mejor dicho "hay" que aún está milagrosamente vivo, un personaje negro cuya función es llenar el hueco de "el negro del hacha".

Como no se había perfilado de donde había salido salvo que era un esclavo y gladiador liberado de lejanas tierras me puse a desarrollar estas.

El caso es que en todas las historias de espada y brujería siempre hay dos cliches, el continente lleno de reyes negros con la ocasional leyenda de tribus perdidas de hombres blancos y las amazonas.

Y me dije ¿por qué no juntar ambos?



Y alli estaba yo, Iaoch, bajo la sombra de las murallas de adobe, rodilla en tierra y una larga Assegai dispuesta para resistir la carga de esos bárbaros de piel ébano montados en sus terribles pájaros de negras plumas.

Sus patas hacían honor a su nombre, los Ezidumayo que en lenguaje hiperboreo seria "atronadores", y yo ya estaba encomendando mi sangre al Buey cuando de pronto una vivida imagen invadió mi mente. Vi la carga de los Abagijimi contra nosotros desde la perspectiva de las murallas y como su centro era más débil al contrario que sus alas, las cuales pensaban atraparnos haciendo la táctica de los cuernos del toro.

En la imagen se me mostraba que el ala derecha avanzaba descoordinada, lo cual la haría débil frente a un ataque directo. Moví mi cabeza para aclarar la mente y ordené a esa panda de narcotizados que tenia asignados que reforzasen el flanco para intentar destruir el cuerno.

Malditas brujas comedoras de larvas... y maldito yo por ser el único hombre capaz de recibir sus imagenes.

"Bajo las murallas de adobe" Bruguera 1989


- Los Abantú

Ithafa, tierra de horizontes infinitos, atardeceres de sangre, bajas montañas, extensas sabanas de amarillenta hierba y árboles tan altos como torres.

Y el viento, el aliento de Umoya, capaz de una suave caricia o de abatir al más grueso de los árboles. Un extraño en las costas de Ithafa siempre recordará que el viento no cesa y parece escudriñarlo todo, salvo en las ciudades estado de las Okuzala protegidas por sus altas murallas de adobe, las cuales parecen refrenarlo.

Hace siglos, cuando los Abantú eran un solo pueblo, en sus metrópolis se alzaban grandes columnas de adobe agujereadas por huesos huecos de Izintabas en las que el viento arrancaba trémulos silbidos y oscuros santones, cegados y con la boca cosida por su propia mano, escuchaban e interpretaban la voz de Umoya.

Ahora estas columnas yacen partidas y Umoya ha sido expulsado a la sabana junto a sus seguidores por la mano de las Okuzala.

Antes las mujeres vivían a la sombra de esas columnas, símbolo del poderío de sus maridos e hijos. Una mujer no tenia derechos, una mujer no tenia voz y una mujer no podía alzar la mano contra un varón, pero eso un día cambió cuando Ntombi “la asesina de su marido” huyo y se ocultó en las montañas cercanas a Isiqonga, allí la diosa Ulwuembu, la de los ocho ojos y la tendedora de puentes, se apiadó de ella y la ocultó en las cuevas que son su morada donde le susurró el secreto del hierro, como doblegar a aquellos que la oprimían y derrocar a Umoya.

La reina Ubulembu.
Ntombi reclutó a más mujeres, huidas de sus hogares por algún crimen real o ficticio y en la oscuridad les comunicó parte del saber de la diosa y juntas comieron los Izwi, la semilla no nata de Ulwuembu, que unió sus mentes y voces, naciendo así Ubulembu “la reina telaraña y la de muchos ojos”.

Sus proezas fueron muchas y pronto sus filas crecieron con más descontentas. La ciudades cayeron, la torres de Umoya fueron derribadas, sus seguidores dispersados, dando así inicio al reinado de Ubulembu en la capital de Ithafa, Imuzi, mientras que sus más fieles seguidoras gobernaban en su nombre el resto de ciudades estado.

Ahora un hombre no tiene derechos, no tiene voz y no puede alzar la mano contra una mujer. Los que no lograron escapar forman ahora la mano de obra que siembra los campos, pastorea el ganado y sirve en los hogares, mantenidos bajo control gracias a la adición que se les inculca desde niños a la flor Injabulo.

Y el dia que Ubulembu se sentó en el trono nacieron los dos pueblos de Ithafa. Las Okuzala, las mujeres de las ciudades y los Abagijimi, los hombres que habitan fuera de ellas.

Los hombres que lograron escapar a la sabana fueron maldecidos por Umoya por la pérdida de sus templos. A partir de ese dia el aliento del dios se abatiría sobre sus espaldas siempre constante, impulsandolos hacia delante y a nunca detenerse. Un Abagijimi nunca tendrá hogar, una tierra que sea suya y sus piernas siempre lo impulsarán más allá del horizonte siguiendo el viento.

Muchas veces los Abagijimi han intentado recuperar las ciudades de adobe, pero las mujeres cuentan con el secreto del forjado del hierro y gobiernan sobre legiones de hombres intoxicados por el Injabulo que crían expresamente para la guerra, con lo que cada intento a terminado en una derrota.

Entre los Abagijimi hay mujeres que aún son fieles a Umoya o fueron arrastradas por los hombres en su huida. Aún así la mayor parte de las tribus son masculinas y muchas veces estas luchan entre sí para robarse a las mujeres entre ellos, aunque el botín más preciado sigue siendo una Okuzala, la cual preferirá morir antes que pertenecer a un hombre.

Representación de Ulwuembu. Algunos estudiosos
de Hiperborea la emparentan con Atlach, el padre-madre
de todas las arañas.
La guerra constante ha creado una casta especial de mujeres guerrero, duchas en el manejo de la lanza corta y el escudo, en las que las de más valia son bendecidas por la simiente no nata de Ulwuembu, la de las muchas patas, haciéndolas capaces de guiar sin voz y comandar huestes enteras solo con su pensamiento.

Recientemente ha aparecido un nuevo jugador en el tablero de Ithafa ya que la Ciudad Quebrada ha fundado un puesto comercial en la costa Este. Parece que la abundancia del mineral de hierro ha levantado la codicia de las familias de la isla y la amplitud del continente es ideal para su nueva política de creación de asentamientos después de siglos de aislacionismo.

Las Okuzala intentaron expulsar a los extranjeros pero descubrieron que sus armas de hierro estaban a la par que los petos ornados de peces de los extraños. Además que aunque podía aplastarlos simplemente en número los extranjeros siempre volvían a reponer sus filas desde el mar. Después de una sangrienta y breve guerra Ubulembu llegó a un acuerdo de paz con el magistrado de la Ciudad Quebrada en un arreglo que beneficiaba a ambas partes.

Las ciudades siempre están sedientas de esclavos, los cuales son gustosamente intercambiados por los extranjeros a cambio del mineral de hierro.



Aparición de Umoya en el cielo.
Estos esclavos, de piel tostada pero más claros que un abantú, parecen más susceptibles al control del Injabulo ya que no sufen de la maldición de Umoya y además los extranjeros pueden funcionar como colchón contra los Abagijimi, los cuales a su vez pueden mantenerlos controlados ya que también suelen sufrir sus ataques.

Aun así la reina teme una alianza que desequilibre el poder, ya que no se fia de que los extranjeros no tengan ansia de conquista y solo quieran comerciar, pero por ahora está segura debido a que ella controla todas las minas de hierro, cuenta con el mayor poder militar del continente y ya está estudiando como crear una flota capaz que impida la llegada de barcos de los extranjeros.

Un jugador que desee un pj Abantú deberá de escoger entre ser una mujer Okuzala o un Abagijimi.

  • Okuzala.
    Nadie puede compararseme. Una Okuzala siempre será superior a un Abagijimi, sea cual sea la tonalidad de su piel, por ello todo hombre sufrirá un -2 a sus tiradas basadas en carisma con ella y a su vez el porte altanero de la Okuzala también la hará sufrir un -2 al carisma a la hora de tratar con hombres.
    Criadas para la guerra. Una Okuzala comenzará con un d6 en la habilidad de pelea o conocimiento (batalla)
    Tus balbuceos no me intimidad. Todo intento de intimidación por parte de un hombre sufre automáticamente un -2 a la tirada.
    Intercambio de insultos ritual. La guerra tambien tiene de sus ritos, uno de los cuales es la difamación del contrario a la hora de de enfrentarse a el. Una Okuzala siempre deberá de emplear un turno en difamar a sus enemigos ya sea de palabra o acción. Si no es así sufrirá un -2 a todas sus acciones hasta que lo lleve a cabo.
    Ataque preciso. El arte de la guerra de los Abantú se basa en ataques precisos contra los puntos más vulnerables del enemigo. Este entrenamiento permite que si se obtiene un aumento a la hora de impactar con un arma esta contará con un CM igual al de la armadura de su enemigo si es inferior a esta.

  • Abagijimi
    Con el viento a la espalda. Un Abagijimi nace caminando y se pasa la vida corriendo, por lo cual cuentan con un +2 al paso y corren con un d10 en vez de un d6.
    Y una montura entre las piernas. Y cuando las piernas no pueden más el Abagijimi cabalga en su Ezidumayo, las grandes aves cuyas poderosas patas hacen retumbar la sabana. Esto hace que un pj comience con un d6 en la habilidad de cabalgar.
    La tierra quema bajo mis pies. La maldición de Umoya impide que un Abagijimi pueda establecerse mucho tiempo en un mismo sitio. Si uno de ellos permanece durante más de un mes en un mismo lugar, de tal forma que el master pueda considerar que el pj ha comenzado a afincarse, el Abagijimi deberá de superar una tirada de espíritu para superar el desasosiego que lo embargará. Si la falla sufrirá un -1 a todas las tiradas hasta que decida trasladarse.
    Si el pj continua deseando quedarse se seguirá efectuando la tirada cada mes, siendo los malus acumulativos.
    Sin un techo sobre su cabeza. Parte de la maldición también conlleva que los Abagijimi no soportan los espacios cerrados, como por ejemplo un edificio o una caverna y solo se sienten agusto con el cielo sobre su cabeza y el viento contra su cara. Esto les proporciona un -2 a todas las tiradas mientras el Abagijimi se encuentre en lugares cerrados en los que haya la posibilidad de que quede encerrado.
    La ley del padre. La antigua ley de Umoya aun es respetada por los Abagijim, con lo que el aire que sale por la boca de una mujer siempre estará cargado por los vicios de la materia por lo que esta siempre sufrirá un -2 a las tiradas basadas en carisma con el y su vez el trato altanero del Abagijim le hará sufrir un -2 al carisma a la hora de tratar con mujeres.

ARMAS ABANTÚ

NOMBRE
ALCANCE
DAÑO
PESO
COSTE
NOTAS
Iklwa
03/06/12
FUE+d6
2
Tres ruedas de oro.
Rara fuera de Ithafa.
Con un aumento el dado extra de daño será de d8 contra oponentes sin armadura y CM 0.

El arma Okuzala más comun es la Iklwa, una lanza muy corta de largo filo que no se arroja en combate y que está especialmente diseñada para apuñalar al contrario y retirarla rápidamente.

Los Abantú hacen la guerra sin portar armadura ya que valoran más la rapidez y libertad de movimientos, además que una guerrera así debe de soportar menos peso en las marchas. Con lo que este arma es realmente mortal usada con manos expertas.

Los Abagijimi en cambio prefieren el uso de la Assegai, la cual es una lanza larga (igual que la lanza del manual básico) que es ideal a la hora de cargar con ella montados en los Ezidumayo.

A esto se le añade unas extrañas hachas de dos manos de hoja triangular y los knobkerrie, unas mazas tradicionalmente de madera (CM 0). Estas dos armas son usadas por los dos bandos indistintamente aunque tiene preferencia la lanza.

Las armas Okuzala están forjadas en el oscuro hierro que extraen de la tierra y que Ulwuembu, la de las duras fauces, les enseñó a moldear. La factura es peor que la de cualquier arma de la Ciudad Quebrada, pero aun así es muy superior a la de la mayor parte de los pueblos del mundo conocido.

Un arma forjada por las Okuzala cuenta como si tuviese CM 2, pero si se logra impactar con ella gracias a un aumento el CM se incrementará a 3. A efectos de precio el arma cuenta como CM 3 y es rara de encontrar fuera de las fronteras de las ciudades de adobe, pero aún así son más accesibles que las armas de la Ciudad Quebrada y pueden ser encontradas en alguna colonia comercial de esta isla al sur de Hiperborea.

En cambio las armas Abagijimi suelen oscilar entre una CM 0 o 1, ya que sus escasos herreros desconocen la manera de refinar el metal y este es quebradizo, con lo que la mayor parte de sus armas son de madera o piedra.

Un Ezidumayo
En cuestión de armaduras solo se usa el Isihlangu, un gran escudo romboidal de piel de vaca, aunque recientemente debido al comercio con la colonia de la Ciudad Quebrada y la guerra contra ella Ubulembu ha comenzado a experimentar con un pequeño cuerpo de Okuzala armadas con Isihlangu de hierro y petos ligeros de cuero con placas para proteger los puntos vitales del torso.


El Isihlangu cuenta como un escudo grande y las armaduras Okuzala serán tratadas como una de cuero que solo cubre el torso.


Incluso ella no se pudo resistir a la moda de
la espada y brujeria de los ochenta.



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